Asistentes a la ruta:
Patricio, Ramón, Josemari, Amalio, Pacosánchez, Enrique y Flore.
Tiempo empleado: 3 h. 19 m.40 sg.
Velocidad Máxima: 50 Km/h.
Velocidad Media: 18,4 Km/h.
Parciales: 61,47 Kms.
Odómetro: Kms.
Totales: KMS.
Recorrido: Santa Amalia, Valdehornillos, Miajadas, Escurial, Camino de la Ermita de San Salvador, Miajadas, Valdehornillos, Santa Amalia.
Comentario
Con la incertidumbre del estado de la esposa de Fernando, la cuñada del compadre Félix, para más señas, no me atrevía a indicar el recorrido para el miércoles, pues tenía pensado proponer un recorrido sorpresa a la Ermita de San Salvador de Escurial. Así que ante la espera comenzaron a surgir comentario en el guashap de los Ciclozumos y por fin Enrique propuso la ruta de Almoharín, con la intención de que no fuera muy fuerte, ya que al parecer se incorporaba de nuevo al grupo Santiago, que a última hora no fue. En cambio se apunto el compadre Pacosánchez y quedamos en recogerle en Valdehornillos y eso hicimos en cuanto nos reagrupamos en la sede de Boniato, "dirnos" para Valdehornillos, que allí nos esperaba el susodicho ciclozumero. Por cierto que estaba un poco flojucho, pues dice que no salía desde el día de la II Quedada y además venía más enjalmado que una mula burdégana, pues decía que hacía mucho frío, yo no lo notaba tanto. Pero al llegar al puente de la autovía tuvo que despojarse al menos del chaquetón enguatado e impermeable porque no aguantaba el calor, como yo le dije "hay que llevar prendas ajustadas, que no hagas efecto paracaídas y además que sean transpirables". Poco antes de llegar al Canal de Orellana, les propuse la ruta sorpresa que les tenía preparada para este día, sin que ello supusiera ningún problema en el cambio de itinerario inicial, y al parecer todos estuvieron de acuerdo. Para ahorrarnos el cruce por Miajadas, tomamos una desviación que va hasta la rotonda de la carretera de Don Benito y de allí tomamos dirección Zorita para ir a Escurial.
Paramos un momento en la Plaza y rápidamente emprendimos de nuevo la subida hasta el puente de la autovía. Por la vía de servicio, primero, y por el Camino del Crucero, después, que no sé si alguien se percató de dicho crucero, llegamos a la Ermita de San Salvador donde paramos para hacer sendas fotografías y recrearnos un poco en el idílico lugar que tanto gustó a los componentes del grupo, pues preguntando por dicho lugar, nadie antes había estado allí. Regresamos por el mismo lugar y bajamos a Miajadas por la cuesta de la antigua nacional que tanto les gusta a todos, siendo la velocidad máxima, de los cincuenta kilómetros por hora, la del superpedaleador Josemari, como no podía ser de otra manera, los demás nos conformamos con los cuarenta y pocos kms/hora. Al pasar por el Instituto, vi a un grupo de compañeros en la puerta y paré para interesarme por nuestra amiga Inmaculada, que al parecer estaba de baja por algún ligero contratiempo, apreciación que me hizo el amigo Mario, el hijo de Joselito el del comercio de la carretera, con el que estuve un momento cambiando algunas impresiones. Paramos, como ya viene siendo habitual, en el Bar Restaurante Churrería 1º de Mayo del Polígono y allí nos recreamos con los churritos y los cafelitos, salvo alguna excepción que otra. Antes de despedirnos entablamos una conversación con un chaval joven que al parecer también le daba a la bicicleta y como nos preguntara por el lugar de dónde éramos se lo dijimos cantando nuestra canción: "No se ve, no se ve, no se ve....", como también viene siendo habitual en nuestras paradas de avituallamiento. En algún momento, aunque no recuerdo el lugar, repasamos también nuestro himno: "Resistiré". El compadre Pacosánchez me dio otra prenda más para que se la llevara en la cajita de Danone, y creo que con todo ese alivio de chaquetones y con el ligero refrigerio del café y el churrito, comenzó a pedalear con más entusiasmo, en este último tramo, hasta llegar a Valdehornillos. Allí nos despedimos, no sin que le recordara nuevamente lo de las prendas de abrigo en bicicleta, y fue entonces cuando Enrique dijo que hasta Santa Amalia teníamos que ir a treinta o treinta y cinco kilómetros por hora. En broma o en serio, alguien concluyo aquella consabida sentencia de "maricón el último" y alguien también se lo tomó en serio y comenzamos un endiablado pedaleo que pronto hizo que el grupo se fuera diluyendo. Amalio y Josemari seguían detrás de mí, a una buen ritmo, pero en cuanto este último me hizo el relevo, que no fue sino un demarrage en toda regla, me quedé haciendo la goma entre éste y Amalio que se dejó caer para incorporarse al resto del grupo. Y así llegamos hasta la rotonda de Antonio López donde nos reagrupamos de nuevo para ir juntitos a la sede.