Lunes, día 26 de Marzo.
Asistentes a la ruta: Amalio, Enrique,Flore, Juan, Josemari, Paco y Ramón.
Distancia: 71,8 Km
Tiempo: 3 h y 53 m
Velocidad máxima: 36,88 km/h
Distancia total: 5.902,83 KMS.
Recorrido: Santa Amalia, Canal Orellana, Almoharin, Presa del Búrdalo, Miajadas, Santa Amalia.
Refrerencia fotográfica de la ruta
Miércoles,
28 de marzo de 2018
Asistentes
a la ruta:
Ramón, Enrique, Amalio y Flore.
Tiempo
empleado: 6 h. 30 m.08 sg.
Velocidad
Máxima: 53,1 Km/h.
Velocidad
Media: 16,1 Km/h.
Parciales:
102,02 Kms.
Totales: 6.004,85 KMS.
Recorrido:
Santa Amalia, Medellín, Mengabril, Valle de la Serena, Medellín,
Santa Amalia.
Comentario
En
esta jornada completa nos hemos presentado cuatro ciclozumos: Ramón,
Amalio, Enrique y Flore. Quedamos en llevar bocadillos porque la
jornada sería larga. Josemari nos despidió de la puerta de la sede,
él tenía "Jornada de Sintrón", y lo hizo con ansias de
su corazón. Nos fuimos por el Cordel hasta Medellín y desde allí,
por el lugar habitual hasta Mengabril, por la carretera del
cementerio y por la pista de tierra que sale después de cruzar la
vía del tren. A la entrada de Mengabril una máquina estaba
preparando la pista y nos fuimos detrás de sus rodadas porque la
zahorra aún estaba suelta. La máquina retrocedió hasta abrirnos
paso y así pudimos pasar. A partir de Mengabril, tomamos una serie
de pistas de tierra, así como un tramo del Canal del Zújar, hasta
llegar de este guisa a la carretera de las Cruces o del Valle, que es
la misma, la carretera autonómica Ex-345, a la altura del kilómetro
diez, una vez pasada la cuesta del Reventón. Por allí fuimos
pedaleando con alguna que otra parada para las necesidades
fisiológicas y para las fotos de rigor, al tiempo que admirábamos
el paisaje, sobre todo los enormes trigales con sus distintas
tonalidades verdosas, o escuchábamos las informaciones del amigo
Ramón sobre las distintas eventualidades del recorrido en cuestión.
Así llegamos a la localidad del Valle de la Serena, objetivo de esta
jornada, sobre las doce y media de la mañana y después de hacernos
sendas fotos en el monolito indicador de la entrada, nos fuimos para
el centro de la localidad. Yo les había indicado que en la plaza de
la Iglesia había un comercio donde vendían también bebidas
frescas, pero vimos un supermercado del Dia y se fueron a él como
ciegos, así que yo me fui para la plaza, ya que llevaba todas mis
viandas en cuestión, incluida la bebida. Al poco tiempo se
personaron allí, pero yo casi había terminado mi ágape. Ellos no
habían comprado bebidas porque nos las había frescas en el super,
así que se dirigieron a la terraza de un bar y se sentaron al sol.
Cuando terminé de comer me fui para allá y estuve con ellos un
rato, pero viendo que podían tardar algo más de lo previsto,
decidir hacer una visita ligera a una compañera nuestra qu estuvo en
Santa Amalia de maestra. Y que yo había visitado en ocasiones
anteriores. Pero no estaba en casa, porque según me dijo su cuñada
que vive en la planta baja, estaba en el Hospital, pues la habían
operado de unos dedos del pie que se le habían montado unos encima
de otros. Por fin terminaron el trío de ciclozumos y luego de
hacernos unas fotos comunes, decidimos emprender la marcha de
regreso, siendo entonces la una y media de la tarde. Se fue
levantando un poquito de aire en contra y las parada ahora se
sucedían con más frecuencia, tanto para descansar cuanto para
seguir haciendo fotos que se antojaban más bonitas. El sol estaba
más alto y esto hacía que verdor de los trigales deslumbrara con
mayor intensidad, sobretodo vimos uno que se extendía a lo largo de
la carretera un kilómetro entero, del veintiuno al veinte, con un
verdor negruzco intenso y maravilloso. Por cierto que este día, los
ciclozumos han aprendido algo sobre los indicadores kilométricos de
algunas carreteras: los que terminan en cero o en cinco, son mucho
más grandes que el restos de las placas kilométricas, los primeros
ubicados en la derecha y los otros en la izquierda. Al llegar a la
finca del Mesto,
no recuerdo como se llamaba, nos desviamos definitivamente para ver
de nuevo la catarata de Santa Natalia, ya que yo no la conocía y por
cierto que me pareció maravillosa. Por una de las pista de las
tantas que cruzan aquel terreno, una que es sin duda una cordel de la
red de la Cañada Real Leonesa, vinimos a parar hasta Medellín, al
tiempo que el viento soplaba con algo más de intensidad, luego de
cruzar la carretera de Olivenza. Poco antes observé que la rueda
trasera perdía aire, cosa que venía sucediendo hacía varios días,
pero que siempre me aguantaba bien el recorrido. Pero en esta ocasión
se vino muy abajo y tuvimos que inflarla. Así me aguantó hasta
llegar a Medellín, donde tuve que inflarla de nuevo. A partir de
aquí partimos los peces, pues decidieron irse por el camino y yo con
la rueda en cuestión me pareció más prudente hacerlo por la
carretera. No sé como lo pasaron los otros tres, pero para mí esta
última parte del recorrido fue un verdadero calvario, pues el viento
soplaba con tal virulencia que no podía pasar de los doce kilómetros
por hora. Pero por fin pude llegar al cruce de la gasolinera, donde
di un último inflado a la rueda y por fin llegué a casa. Al cabo de
un rato vi que rueda estaba totalmente desinflada, así que mañana,
día de descanso, intentaré repararla.
Refrerencia fotográfica de la ruta