martes, 3 de abril de 2018

" En el ciclismo cree en ti mismo, y el mundo también creera en ti "

Semana del 26 de Marzo al 1 de Abril de 2018


Lunes, día 26 de Marzo.


Asistentes a la ruta: AmalioEnrique,Flore, Juan, Josemari, Paco y Ramón.   

        Distancia: 71,8 Km
        Tiempo: 3 h y 53 m
Velocidad Media: 17,94.
Velocidad máxima: 36,88  km/h
Distancia total: 5.902,83 KMS.

Recorrido: Santa Amalia, Canal Orellana, Almoharin, Presa del Búrdalo, Miajadas,  Santa Amalia.

Refrerencia fotográfica de la ruta

                  



Miércoles, 28 de marzo de 2018


Asistentes a la ruta: Ramón, Enrique, Amalio y Flore.



Tiempo empleado: 6 h. 30 m.08 sg.
Velocidad Máxima: 53,1 Km/h.
Velocidad Media: 16,1 Km/h.
Parciales: 102,02 Kms.

Totales: 6.004,85 KMS.

Recorrido: Santa Amalia, Medellín, Mengabril, Valle de la Serena, Medellín, Santa Amalia.


Comentario

En esta jornada completa nos hemos presentado cuatro ciclozumos: Ramón, Amalio, Enrique y Flore. Quedamos en llevar bocadillos porque la jornada sería larga. Josemari nos despidió de la puerta de la sede, él tenía "Jornada de Sintrón", y lo hizo con ansias de su corazón. Nos fuimos por el Cordel hasta Medellín y desde allí, por el lugar habitual hasta Mengabril, por la carretera del cementerio y por la pista de tierra que sale después de cruzar la vía del tren. A la entrada de Mengabril una máquina estaba preparando la pista y nos fuimos detrás de sus rodadas porque la zahorra aún estaba suelta. La máquina retrocedió hasta abrirnos paso y así pudimos pasar. A partir de Mengabril, tomamos una serie de pistas de tierra, así como un tramo del Canal del Zújar, hasta llegar de este guisa a la carretera de las Cruces o del Valle, que es la misma, la carretera autonómica Ex-345, a la altura del kilómetro diez, una vez pasada la cuesta del Reventón. Por allí fuimos pedaleando con alguna que otra parada para las necesidades fisiológicas y para las fotos de rigor, al tiempo que admirábamos el paisaje, sobre todo los enormes trigales con sus distintas tonalidades verdosas, o escuchábamos las informaciones del amigo Ramón sobre las distintas eventualidades del recorrido en cuestión. Así llegamos a la localidad del Valle de la Serena, objetivo de esta jornada, sobre las doce y media de la mañana y después de hacernos sendas fotos en el monolito indicador de la entrada, nos fuimos para el centro de la localidad. Yo les había indicado que en la plaza de la Iglesia había un comercio donde vendían también bebidas frescas, pero vimos un supermercado del Dia y se fueron a él como ciegos, así que yo me fui para la plaza, ya que llevaba todas mis viandas en cuestión, incluida la bebida. Al poco tiempo se personaron allí, pero yo casi había terminado mi ágape. Ellos no habían comprado bebidas porque nos las había frescas en el super, así que se dirigieron a la terraza de un bar y se sentaron al sol. Cuando terminé de comer me fui para allá y estuve con ellos un rato, pero viendo que podían tardar algo más de lo previsto, decidir hacer una visita ligera a una compañera nuestra qu estuvo en Santa Amalia de maestra. Y que yo había visitado en ocasiones anteriores. Pero no estaba en casa, porque según me dijo su cuñada que vive en la planta baja, estaba en el Hospital, pues la habían operado de unos dedos del pie que se le habían montado unos encima de otros. Por fin terminaron el trío de ciclozumos y luego de hacernos unas fotos comunes, decidimos emprender la marcha de regreso, siendo entonces la una y media de la tarde. Se fue levantando un poquito de aire en contra y las parada ahora se sucedían con más frecuencia, tanto para descansar cuanto para seguir haciendo fotos que se antojaban más bonitas. El sol estaba más alto y esto hacía que verdor de los trigales deslumbrara con mayor intensidad, sobretodo vimos uno que se extendía a lo largo de la carretera un kilómetro entero, del veintiuno al veinte, con un verdor negruzco intenso y maravilloso. Por cierto que este día, los ciclozumos han aprendido algo sobre los indicadores kilométricos de algunas carreteras: los que terminan en cero o en cinco, son mucho más grandes que el restos de las placas kilométricas, los primeros ubicados en la derecha y los otros en la izquierda. Al llegar a la finca del Mesto, no recuerdo como se llamaba, nos desviamos definitivamente para ver de nuevo la catarata de Santa Natalia, ya que yo no la conocía y por cierto que me pareció maravillosa. Por una de las pista de las tantas que cruzan aquel terreno, una que es sin duda una cordel de la red de la Cañada Real Leonesa, vinimos a parar hasta Medellín, al tiempo que el viento soplaba con algo más de intensidad, luego de cruzar la carretera de Olivenza. Poco antes observé que la rueda trasera perdía aire, cosa que venía sucediendo hacía varios días, pero que siempre me aguantaba bien el recorrido. Pero en esta ocasión se vino muy abajo y tuvimos que inflarla. Así me aguantó hasta llegar a Medellín, donde tuve que inflarla de nuevo. A partir de aquí partimos los peces, pues decidieron irse por el camino y yo con la rueda en cuestión me pareció más prudente hacerlo por la carretera. No sé como lo pasaron los otros tres, pero para mí esta última parte del recorrido fue un verdadero calvario, pues el viento soplaba con tal virulencia que no podía pasar de los doce kilómetros por hora. Pero por fin pude llegar al cruce de la gasolinera, donde di un último inflado a la rueda y por fin llegué a casa. Al cabo de un rato vi que rueda estaba totalmente desinflada, así que mañana, día de descanso, intentaré repararla.

Refrerencia fotográfica de la ruta

           




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