miércoles, 15 de noviembre de 2017

" Pedalear sólo es una gozada, pero pedalear en grupo es " el no va más "

Domingo, 12 de noviembre de 2017 ( Escrita por Flore )


Asistentes a la ruta: Ramón, Paco, Enrique, Josemari, Juan, Patricio y Flore.
   
Tiempo empleado: 3 h. 31 m.22 sg
Velocidad Máxima: 32 Km/h.
Velocidad Media: 16,6 Km/h.
Parciales: 58,59 Kms.
Distancia total:  3.498, 12 km


Recorrido: Santa Amalia, Valdehornillos, San Isidro, La Parrilla, Arroyo del Hornillo, Valdehornillos, Santa Amalia.


Comentario

Hacer un comentario de este recorrido, que se ajuste a la realidad intrínseca del mismo, es casi imposible, ya que al ser un número tan grande, la inmensa mayoría de los comentarios y de las vivencias de cada individuo y de los grupos que se forman a lo largo del recorrido se quedan ocultos ante la visión de un solo comentarista, pero en cambio sí se puede hacer teniendo en cuenta los aspectos externos del mismo, es decir el recorrido, la climatología, los componentes más o menos y, sobretodo, la organización.
Así pues comenzaré este relato diciendo que alrededor de las ocho y veinte de la mañana, nos juntamos como siempre, en el Bar de Alejandro, los Ciclozumos arriba mencionados, a excepción de Patricio que se incorporó en Valdehornillos por libre. Amalio no pudo asistir a este maravilloso evento por los motivos de todos conocidos, por lo que desde este relato, le manifestamos, tanto a él, como a su esposa, nuestro más sentido pésame por tal pérdida.

Y por fin emprendimos la marcha, con una temperatura algo fresquita, y nos fuimos para el Berebere, donde supuestamente habíamos quedado con ¿Los Jarones?, el grupo de Beltrán, que no aparecieron por allí por lo que nos fuimos para el Petunia por si acaso. Tampoco estaban allí, así que rodeamos a Antonio López en su majestuosa rotonda y emprendimos el camino hacia Valdehornillos, donde no tardamos mucho en llegar, después de que nos adelantaran varios vehículos cargados con sus respectivas bicicletas. Por el camino nos cogió un tramo de poca visibilidad, que creíamos humo, pero que a la postre fue un pequeño banco de niebla, en los alrededores de la Sierra la Morra.
Cuando llegamos el ambiente ya era bastante considerable, aunque poco a poco, con la llegada de distintos grupos fue creciendo considerablemente. Nos hicimos algunas fotos, nos tomamos un café con el compadre Pacosánchez y recogimos nuestros respectivos dorsales que colocamos en nuestras bicicletas. Como anécdota diré, que yo fui el único que llevaba mi "dorsal" en la caja de Danone, porque los demás los colocaron en los cables del manillar, por lo que no eran dorsales, sino "pectorales".
Poco después, dadas las últimas recomendaciones por parte de la organización, emprendimos el recorrido, pasando todos por debajo del Arco de los Iberitos y dirigiéndonos por una pista rojiza hacia la pista del canal que pasa por Santa Amalia. En principio íbamos todos agrupados pero pronto comenzó a estirarse el pelotón y a formarse la enorme serpiente multicolor que ocupaba al menos un centenar de metros por todo el recorrido. Pero poco después la abandonamos y tomamos otra alternativa que nos conducía hasta las inmediaciones del Búrdalo, y pasando por Plaza de Armas y Guantánamo, llegamos a la carretera, donde la organización estaba preparada para afrontar este corto tramo, cruzando el Búrdalo e incorporándonos a la pista del Huerto Juárez y desde allí a la pista alquitranada de Malmedra que nos llevaría hasta las inmediaciones de Coquista, donde cruzamos la autovía y nos incorporamos a la pista de la Parrilla. La subida al caserón fue diluyendo la formación del grupo y cada cual llegó como pudo al rellano donde se hacía la parada de avituallamiento. Para entonces el sol ya había desplegado sus rayos de forma contundente y muchos tuvimos que desembarazarnos de alguna que otra prenda de abrigo. El refrigerio no pudo ser mejor, ni en cuanto a cantidad, ni en cuanto a calidad. Refrescos de todas clases, frutas, manzanas, peras, naranjas, plátanos, café con leche y pasteles. Las fotos también fueron diversas y abundantes, y los saludos entre los distintos grupos se sucedieron de nuevo. Había grupos de Miajadas, de Don Benito, Villanueva de la Serena, de Santa Amalia (Los Perrigalgos, Los Jarones y los Ciclozumos) y por supuesto, los más importantes, Los Cofibike de Valdehornillos.

Terminado el ágape reemprendimos la marcha y a escasos metros, torcimos a la derecha por el Camino Travieso que, como su nombre indica, era bastante sinuoso, pedregoso, algo enfangado y arenoso, pero nada que pudiera detener, pero sí que diluir, al numeroso grupo de la II Quedada. Al cruzar el Canal de Orellana, tomamos una pista mucho más recomendable para la práctica del cicloturismo y sobre todo para la próstata de los cicloturistas entrado en años. En aquel ambiente algo más relajado, los Ciclozumos, no sé si por tercera o cuarta vez, volvimos a las andadas con nuestras canciones: "No se ve, no se ve, no se ve...." "Por el camino verde que va a la ermita..." y sobre todo nuestro himno de guerra "Resisteré montado en bicileta....". Un antiguo alumno mío me recordó las clases de Inglés que les di hace ya muchas lunas y me comentó también que quería hacer el Camino de Santiago desde Saint-Jean-Pied-de-Port, por lo que le fui dando algunas recomendaciones.
De esta guisa llegamos a la vía de servicio de la autovía, muy cerca del Trescientos Uno. Cruzamos el Río Búrdalo y su afluente el Río Sopetrán, por sendos ojos del legendario Puente Romero para bajar a su cauce y cruzar la autovía. Pedaleamos por un camino de huertas, "chaletes" y casas de campo que discurre paralelo al río y luego nos apartamos por otro camino al lado de un hermosísimo olivar hasta que llegamos a la pista asfaltada que viene del Canal Principal de Orellana. Poco después cruzamos el Arroyo del Hornillo y llegamos al final del recorrido por el mismo lugar por el que habíamos salido unas horas antes, pasando nuevamente por debajo del Arco de los Iberitos, que le habían cambiado de sitio.


La última parte del evento fueron las anécdotas, el reparto de regalos para casi todos y la magnífica caldereta del Frescales, al que le regalaron un mandil para posteriores eventos de este tipo.
En la entrega de regalos se hizo un receso para que las presentadoras pudieran descansar y tomar algo, así que aproveché para venirme a casa, pues no me encontraba muy bien con el catarro. No sé hasta cuando duraría la broma.
Y por fin no sería justo terminar este relato sin hacer referencia a nuestro querido Juan Blanco, al que se le concedió el trofeo al ciclista más longevo.
Salud y felicidad.

   

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